miércoles, 10 de diciembre de 2014

El Amor


Si pudiéramos aquilatar nuestro corazón, en cuanto estaría valuado? Y si se tuviera que pesar según nuestra actitud ante las necesidades de los demás? Quizá si los rangos estuvieran de menos a mas como: Repudio > Egoísmo > Indiferencia >  Tristeza > Compasión > Hermandad > Amor.  En que rango nos ubicaríamos?

Los primeros síntomas de que Dios está cambiando tu corazón conforme al suyo se dejan ver con arrebatos de compasión y tristeza por la situación de necesidad y pobreza extrema, pero se mitigan con los afanes de la vida, como la semilla que cae junto al camino, que llegan las aves y se la comen. Pero no así la que cae en buena tierra (… Mas el que fue sembrado en buena tierra, éste es el que oye y entiende la palabra, y da fruto; y produce a ciento, a sesenta, y a treinta por uno… (Mateo 13)).

Los actos de compasión se vuelven actos de amor cuando puedes escuchar tu sangre corriendo por las venas de cada persona en el mundo y reconoces que es tu hermano, los problemas de ellos se vuelven tus problemas. Podemos entonces saber que en nuestro interior se está gestando la más grande obra que podamos dejar como huella en esta tierra, la humildad.

Proverbios 19:17 dice: “Prestarle al pobre es como prestarle a Dios. ¡Y Dios siempre paga sus deudas!” Quien no ha tenido momentos en que quisiera conquistar el mundo, pero no es capaz de ayudar al que está al lado suyo en el camión, en la iglesia o al de escritorio siguiente o a un vagabundo en la calle? Cuando nos hemos quitado el saco y lo hemos intercambiado como trueque a cambio de una sonrisa?

Esta es la historia de dos mujeres, con diferentes sueños, pero con el mismo Padre.

Una de ellas, la joven, había estado quejándose que no tenía suficiente dinero para salir con amigos y no tenia un vehículo que la llevara hasta la puerta de la iglesia, en cambio tenía que caminar. Haciendo cuentas solo traía 135 pesos, de los cuales daría 20 de diezmo y 115 apenas le alcanzarían para gastar en la semana. Pensaba en eso mientras la alabanza de la iglesia empezaba a sonar.

En la fila de enfrente alcanza a ver con los ojos de Dios a la otra mujer, solo un poco mayor que ella, lucía mala postura, el cuerpo arqueado por la carga de la vida y quien se esforzaba por alabar a un Dios en el que tenia puesta toda su confianza. No estaba sola, iba escoltada por dos niños; uno de cada lado de aproximadamente 7 y 8 años pero con ropa de alguien que parecía de edad adulta. Zapatos? Apenas los más apropiados para poder entrar en un edificio donde el piso de la iglesia costó más miles que las rodillas que lo han tocado.

Pasando por alto la escena y sin percibir lo que en realidad estaba pasando (pues la mujer iba acompañada por sus hijos pero escoltada por los ángeles de Dios quienes a modo de jurado calificador estaban por pesar el corazón de ambas), la joven recordaba las promesas que Dios le había dado durante esa semana… Te prosperare! Te bendeciré! Te multiplicaré! Maravillosas promesas para quien cree que todo es posible, pero difícil para una madre que no sabe si tendrá que darle de cenar a sus hijos esa noche.

Como parte del culto, se invita a diezmar y ofrendar bajo la promesa de Dios en Malaquías 3:10 que dice: “Traed todo el diezmo al alfolí, para que haya alimento en mi casa; y ponedme ahora a prueba en esto--dice el SEÑOR de los ejércitos-- si no os abriré las ventanas del cielo, y derramaré para vosotros bendición hasta que sobreabunde“.

La madre de aquellos niños hubiera querido poder caminar por el pasillo, pero en cambio toma asiento aun con los ojos llenos de esperanza. La joven toma de su presupuesto los 20 pesos para diezmar y de regreso a su lugar algo la detiene en el camino, miro de frente a la madre con sus hijos y su ministerio le fue revelado; el ministerio del Amor.

Hay tres cosas que son permanentes: la confianza en Dios, la seguridad de que él cumplirá sus promesas, y el Amor. De estas tres cosas, la más importante es El Amor.” 1 Corintios 13:13

Dejando atrás las grandes promesas fue y obedeció a esa voz en su corazón “Ve y dale 100 pesos a aquella mujer, sella conmigo el pacto de bendecirte, pues ciertamente te prosperaré… pero no será para ti, será para que tú bendigas, derramaré para ti bendición hasta que sobreabunde y serás instrumento de mi Amor”.

Al momento de obedecer la joven recibió la recompensa suficiente por su obediencia; la imagen más linda que un ser humano puede vivir, la sonrisa de un niño emocionado sabiendo que esa noche habría que cenar.

La mamá abre su bolsa, todos esperaban que fuera para guardar la bendición recibida, pero no, sacó las únicas monedas con las que llego al templo, las dio al chico y le dijo “llévalas al alfolí”.

El ciclo de la bendición tuvo lugar a los ojos de la joven, no había duda, ése era el cierre de un pacto, en ese momento estaba estrechando la mano de “El Socio de sus sueños”. Dios le estaba enseñando cómo funcionan las finanzas en el Reino y se estaba asegurando de que sus sueños fueran los sueños de EL.

Si alguna vez te has preguntado cuál es tu ministerio o para que El Señor te ha llamado, tienes que saber que ni las grandes multitudes, ni los estadios llenos, ni la fama, ni las sanidades, ni los dones mas grandes sobre tu vida podrán ser más importante para Dios que el Amor a los demás. Dios podrá usarte y hacer muchas cosas a través de ti pero nada de eso podría sustituir lo que tú puedes hacer a través de Dios. Con pequeñas obras se construyen grandes corazones.

Jesús sirvió a los enfermos, a los pobres y a “los menos importantes”. A quien estas sirviendo tu?

”31 »Cuando yo (Jesús), el Hijo del hombre, regrese, vendré como un rey poderoso, rodeado de mis ángeles, y me sentaré en mi trono. 32 Gente de todos los países se presentará delante de mí, y apartaré a los malos de los buenos, como el pastor que aparta las cabras de las ovejas. 33 A los buenos los pondré a mi derecha, y a los malos a mi izquierda. 34 Entonces yo, el Rey, les diré a los buenos: “¡Mi Padre los ha bendecido! ¡Vengan, participen del reino que mi Padre preparó desde antes de la creación del mundo! 35 Porque cuando tuve hambre, ustedes me dieron de comer; cuando tuve sed, me dieron de beber; cuando tuve que salir de mi país, ustedes me recibieron en su casa; 36 cuando no tuve ropa, ustedes me la dieron; cuando estuve enfermo, me visitaron; cuando estuve en la cárcel, ustedes fueron a verme.” 37 »Y los buenos me preguntarán:
 “Señor, ¿cuándo te vimos con hambre y te dimos de comer? ¿Cuándo tuviste sed y te dimos de beber? 38 ¿Alguna vez tuviste que salir de tu país y te recibimos en nuestra casa, o te vimos sin ropa y te dimos qué ponerte? 39 No recordamos que hayas estado enfermo, o en la cárcel, y que te hayamos visitado.” 40 »Yo, el Rey, les diré: “Lo que ustedes hicieron para ayudar a una de las personas menos importantes de este mundo, a quienes yo considero como hermanos, es como si lo hubieran hecho para mí.”
Mateo 25

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